Eso que iba yo caminando por la calle, ocupado y preocupado
en estas cosas del fútbol y de que si el partido lo darían por abierto, cuando
advierto en el suelo y solitario un objeto familiar. Me acerqué y me quedé
parado, inmóvil. ¡Era un móvil! ¿Qué clase de persona abandona un móvil? - Le
comenté a un viejo mendigo que pedía por eso de comer. Lamentando lo más
lamentable, me lo lleve a casa (al móvil, no vayan a pensar mal) y le di de
cargar y buena cobertura.
Al cabo de un rato volvió a la vida y me sonó, y una voz
indignada, enfadada y desesperada me dijo que era mi dueño. Yo le dije que yo
no tenía dueño. Me dijo que me había perdido y yo le pregunté si me había
perdido yo a mi mismo, o él a mí. Me dijo que él a mí, porque sin mí no era
nadie. Que no le llegaban mis mensajes, que no le llegaban mis llamadas, que
soñaba todas las noches que volvía. Y así el que comenzó siendo mi dueño, acabó
siendo esclavo de sus palabras, de su saldo y sus contactos y yo fui el amo de
su vida sin tarifa reducida.
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